EL BORRACHO
SUICIDIO
RETARDADO
Arrastra la pierna derecha como
protección y señuelo. Imita una minusvalía para apelar a la piedad de los
transeúntes con los que se cruza. Evita en lo posible, los insultos de aquellos
a los que pide alguna moneda para beber. No es que se avergüence de lo que
parece, él sabe mejor que nadie en lo que se ha convertido y aunque no
deliberado, tampoco quiere evitar su destino, es fácil y seguro dejarse ir.
Hubo un tiempo en el que combatió, creyó tener un estímulo pero se lo dejó
arrebatar, no era estibador de responsabilidades, no había nacido para ello.
Las personas se dividen en cargadores y cagadores y desde hacía algún tiempo; a
menudo, se iba por la “pata abajo”.
Nunca amenaza, se acerca con toda la educación
que le permite su estado y demanda siempre por favor, algún dinero para
emborracharse.
—Si señora, ha atinado usted bien
—contesta a una mujer que con desdén le recrimina su estado— Estoy como una
cuba, soy un borracho crónico, un dipsómano de convicción ¡jodete que no me has
entendido! Cada uno se quita la vida como se le pone entre los cojones ¡tía
boba!
Las caradas y los improperios se los
dedica a quienes lo insultan o reprochan su poca ética.
—¡Qué jeta tienes amigo! —lo increpan.
—Hay que tener morro, mira como va y
todavía quiere más —lo juzgan.
—Déjalo ya por hoy machote, te has
pimplado por lo menos tres majuelos —lo aconsejan.
Siempre contesta de malas maneras a los
graciosos y a los “enteraos”. La preocupación de ellos se limita a que no los
estorbe, a que no los moleste. Ninguno se para a razonar motivos o buscar el
inicio de esta: su cuenta atrás. Tampoco él daría explicaciones.
“¡Coño, pasa de mí! Sigue tu camino como
si yo no existiera ¿pues no ves que ni me tengo en pie, ni quiero? Y si me das
algo, ya sabes lo que persigo ¡no me des la brasa, colega! ¿Acaso pretendes que
invierta tu puta moneda en bolsa? ”
Ese pensamiento ocupa su mente cuando va
de un cliente a otro; así es como él los llama. A los peatones que no le
dirigen ni la mirada los ignora e incluso lo agradece, se siente feliz cuando él
hace lo mismo que los demás.
“Al fin y al cabo la gente entra en las
tiendas; miran, comparan... unos compran y otros no. Yo soy el artículo, y no
debo ser tan malo porqué con algunos cuelo y aflojan la mosca”
Esta reflexión, a veces sin darse cuenta,
se le escapa en voz alta.
Busca por enésima vez el cartón de vino
en la sucia bolsa de deporte que hace las veces de despensa, un trago largo del
mal vino baja por su gaznate. Alza la mirada al cielo y su cuerpo se desploma
en la acera. Con los ojos muy abiertos observa como los viandantes evitan
pisarlo, se apartan de su cuerpo con gestos de asco.
“Con las trazas que llevo no me extraña
que repela, llevo más mierda que el palo
de un gallinero y debo de oler igual que una cloaca en pleno verano”. Piensa
mientras su cara marca una mueca entre medias del dolor y la risa.
Un hombre, ensimismado en sus
preocupaciones, no advierte el obstáculo del cuerpo tirado. Tropieza contra sus
costillas, lo hace daño pero de su boca no logra escapar ningún quejido. Pegado
a su lengua muere el último improperio.
“¡Gilipollas, mira por donde vas!”
Reflejos luminosos, rojos y naranjas. Una
sirena machacona invade la calle. Humanos uniformados estrechan el cerco sobre
la mugre en la que él ha convertido su cadáver.
Hay que retirarlo, hay que dejar limpias
las aceras.
fecarsanto 2013
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