jueves, 5 de abril de 2012

RELATOS DEL VIENTO

ELLA Y EL BESTIA

DIFERENTE PERCEPCIÓN


El mullido colchón recogía, marcando la silueta, lo que un día fue una pareja. Un olor a lavanda envolvía el ambiente haciendo, si cabe, más hogareño el dormitorio. La cama a los dos, acunaba.
El abogado cerró los ojos esperando la llegada del sueño. Sus pensamientos navegaban con marejada.
Llegó a casa de mal humor, los problemas del trabajo se acumulaban y… ¿Quién más fácil para cargar con las culpas?
“Que coño sabe esta lo que es trabajar y encima que te puteen unos niñatos que la toga aún les queda grande”  pensaba refiriéndose a su esposa “Uno llega quemado y espera, en su propia casa, un poco de reconocimiento”
Aguzó el oído para comprobar que ella ya no gimoteaba, apenas se la escuchaba respirar.
El cuerpo de la mujer emanaba una fragancia dulzona y campestre que a él le excitaba sobremanera pero… hoy ya habían tenido más que suficiente.
“Esta puta que bien huele siempre. Lo hace para provocarme. A mí o a quien se tercie. De qué ha subido como ha subido en su empresa ¡Más de una mamada!”
Se encrespaba con solo pensarlo y a la vez el deseo animal se apoderaba del macho. Descontrolado giró bruscamente y se colocó detrás de ella.
“Él era quien decidía aquí si ya era suficiente.”
 Mientras la babeaba el cuello la arrancó las bragas y la forzó. Ella no emitió sonido alguno. Resignada lo aceptó. Simplemente una lágrima resbaló por su mejilla. Cuando comprendió que su violador había terminado, se levantó de la cama y sin volver la mirada dijo:
Voy al servicio.
Te gustó ¿verdad?
La mujer con el asco aún habitándola en las entrañas, siseó:
…Si…claro…
La cama, su trono quedó solo para él, el rey de la casa.
“No terminé mal el día” pensó, se dio la vuelta, cerró los ojos y relajado, se durmió.
En el aseo su esposa se tragaba el llanto para no hacer ruido. El hombre dormía en la habitación contigua y ya sabía que despertarle podía ser el comienzo de otro purgatorio.
Bofetadas o insultos, estos tan dañinos que la hacían sufrir igual que el mayor de los golpes recibidos.
Evitó mirarse en el espejo cuando pasó frente a el.
Una vergüenza enfermiza la hacía sentirse culpable de la situación. Dejó caer la bata al suelo y subió al plato de ducha cerrando la mampara tras  ella.
El agua caliente golpeó su piel desnuda. Socavó sus poros tratando de expulsar la repugnancia adherida pero está se encontraba en su intelecto, en su alma, en su vida…
Exponía adrede sus moretones a la fuerza del agua. Sentía un dolor que pensaba la redimía del pecado desconocido que algún día debió de cometer.
Apagó el grifo. Abrió los ojos y escucho: Ronquidos desacompasados situaban al ogro dormido en su púlpito. ¿Cuándo sucedió? ¿Cuándo aquel ser devoró a su amado?
Vencida y zozobrante volvió a su cadalso.
Con temor y sigilo se tumbó junto a su enemigo, encogiendo la respiración, despacio. Midiendo apenas, el centímetro ocupado bajo las sábanas, en alerta…
De pronto él se incorporó como un resorte.
Sentado sobre la cama, con la mano derecha sobre el corazón y los ojos desorbitados traspasándola con la mirada. Fijamente… unos segundos. La boca abierta busca el aire que falta. La mente ordena a la voz el grito, pero este queda solo en su mente:
“Me muero zorra ¡es qué no lo ves!”
Sus dedos, como garfios, en postura de posesión atenazan las sábanas.
El cuerpo cae a plomo. Muerto, ocupando un lateral de la cama.
Ella da media vuelta, se estira, se arropa.
Cierra los ojos buscando conciliar el sueño, en su cabeza un único pensamiento:
“Por fin, después de  años… la cama también es mía y duermo con mi marido sin ningún temor.”

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fecarsanto 2012
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