jueves, 17 de mayo de 2012

RELATOS DEL VIENTO

CONFIANZA


PLANES DE FUTURO



El chaval ya se creía un hombre. Había terminado sus estudios y debía refrendarlos con unos meses de prácticas demostrando su nivel. Debería trasladarse a la capital, en su pueblo aún no existía ninguna empresa donde poder desarrollar el moderno módulo aprobado. Él, junto con otros amigos, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, hicieron los planes para el siguiente semestre en la ciudad. Era hora de poner en conocimiento de sus padres las decisiones tomadas.
De pie, en el centro del salón familiar, Chus daba cuenta de los pasos ideados en consenso, con sus otros compañeros:
Alquilarían una vivienda no de lujo, pero tampoco cutre, nunca se sabe quien podría llegar a ir, ya que si tenían domicilio, algunas fiestas, seguro que se montarían.
En lo referente a la comida; cada uno la llevaría de su propia casa con el consiguiente ahorro de tiempo y economía así como de trabajo ¡toda la ayuda que se les diese era poca!
Ellos en contrapartida los visitarían todos los fines de semana, aprovecharían para llevar  la ropa sucia a sus madres para lavarla y plancharla, así se ahorrarían detergente, luz y agua.
Calló un momento el chaval para dar  la oportunidad a sus padres de que le comentaran lo bien pensado que lo tenían y lo consecuentes que eran, él y sus amigos. De igual forma, les despejaría cualquier tipo de duda que tuviesen sobre sus bien cimentados planes.
El padre se levantó, puso cariñoso su brazo sobre los hombros del hijo y le aclaró:
Si estáis en prácticas: no cobráis; por lo tanto necesitareis dinero para el alquiler, la luz, el agua… en fin, ya sabes.
El joven, muy seguro de si mismo y con ganas de demostrar a sus padres que tenía todo controlado, pensado y resuelto, explicó.
Cada uno de nosotros aportará su parte proporcional de los gastos surgidos mensualmente. Para ello, hemos pensado que nos subáis la asignación monetaria lo suficiente para no pasar apuros y que no nos falte de nada. Confiamos en que el resto de la familia se solidarice con alguna propina que nos haga la vida aún más fácil.
Todos estos cálculos los habéis hecho vosotros sin contar con nadie, sin saber la disponibilidad de cada casa. terció la madre.
¡Es lo lógico! respondió contrariado Chus Lo normal es ayudar a los hijos. ¡En eso confiamos! ¿O no?
Tú y tus amigos no sabéis hasta donde puede llegar cada familia. Deberíais de habernos pedido consejo y ver la situación de cada cual. sentenció la madre.
Estamos discutiendo sobre una cuestión de confianza. Si no podemos fiarnos de nuestras propias gentes, pues… ¡apaga y vámonos! se envalentonó Chus.
El padre, como para apaciguar el ambiente, acercó una silla a su hijo y señalándola, le dijo en tono conciliador.
Bueno, siéntate y hablemos claro. Hay tiempo para todo.
Demostrando todo el enojo que llevaba dentro, se dejó caer con fuerza sobre el asiento ofrecido, al mismo tiempo el padre retiraba la silla que le brindada, dejando bajo las posaderas del hijo… aire.
 Chus cayó al suelo de “culo y patas arriba”.
Miró a su progenitor con una cara en la que se mezclaba la incredulidad y la estupidez.
El padre, sentándose a horcajadas en la susodicha silla, ofreció un último consejo a su hijo.
No te fíes ni de tu padre. 



 
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