jueves, 17 de marzo de 2011

los nudos del hambre

¡¡¡ FUERZA JAPON!!!

ECO II
FRAGMENTO XIX

Con la furgoneta parada delante del arco que da entrada a la gran Plaza de la Hispanidad de Medina del Campo, el gesto de Esteban Pelayo se ensombreció, la señaló el gentío instalado delante del ayuntamiento, ya casi ocupaba todo el espacio central de la plaza, ¡una plaza de una hectárea aproximadamente! Solo los soportales dejaban algún resquicio por donde pasar.
- ¿Ha visto esto? Pues así en toda España, tenga cuidado señora Fausta, que yo sabe que la aprecio, y tanto obrero extranjero, de “pa ya”.
-  Todo el mundo tiene derecho a la vida, y la gente que yo traigo, si cabe, aún más, señor Pelayo.- respondió muy seria.
- No, si son buena gente, lo que yo digo, está todo muy mal repartido ¡bueno! La dejo. Hasta otra y lo dicho: cuídese.
Se despidió reculando de sus propias palabras.
 Fausta se encaminó a la plaza, obligatoriamente, sus pasos se dirigían a los soportales, ¡no podía avanzar hacia otro lugar!, nunca imaginó tal cantidad de personas paradas, sin hacer nada, sin desafiar a nadie
 Vio las calles afluentes del centro del pueblo, llenas de personas encaminándose hacia donde estaban los demás, sin ocupación aparente y sin esperanza de tenerla, los había callados o hablando, solos o acompañados.
Hombres, mujeres, niños, ancianos, todos tejiendo una maraña imposible de traspasar, Fausta se acercó a uno de los allí parados y le pregunto:
- ¿Que pasa?
- Estamos manifestándonos, mamita, igual que en Madrid, Barcelona, Valencia... ¡ya está bien!- la respondió en un castellano con el suave acento americano.
- ¿Y que pedimos?- le interrogo de nuevo.
- ¡Pedimos todo, señora! ¿No lo vio aun en la televisión? Esto así no puede continuar ¡debemos unirnos ya!
Fausta retrocedió para tener una perspectiva mayor del enjambre de gente que allí se encontraba, un pueblo de veinte mil habitantes no podía albergar tanto extranjero, parecían de ¿fiesta o de sepelio?, ¿con un halo de esperanza o hundidos en la miseria?, pero... ¿Dónde estaba la razón?, ¿Y donde estaba el motivo?
A medida que remontaba en sentido contrario a la riada de personas, fue descubriendo caras y acentos también españoles ¿qué se les habría perdido a estos? ¿Que tenían en común?
Lo único que consiguió oír repetidas veces y en varios grupos fue:
Televisión.
Algo  de la televisión había desencadenado este motín ciudadano, algo visto u oído, o tal vez las dos cosas.
Orientándose entre el maremagno, tomó dirección a una de las muchas tiendas que cercaban el centro medinense, con bastante dificultad logró traspasar la puerta de una zapatería donde sus responsables, conocidos de otras veces, la ayudaron a entrar.


- ¡Buenos días! Doña Fausta, mal momento ha escogido para salir de compras.
- ¿Qué pasa hoy? ¿Es que Medina se ha convertido en la sede de naciones unidas?
Fausta, intentando ser graciosa disimulaba lo agobiada que se había sentido.
- ¡Siéntese! Y le voy a dar un vaso de agua que la veo muy acalorada.
La solícita dependienta se encaminó al almacén por la bebida.
Desde la puerta la otra zapatera miraba la cantidad de gente que amenazaba ya con taponar todos los resquicios que permitían el movimiento, un tanto asustada comentó:
- Las tiendas están cerrando y no me extraña nada, yo voy a llamar por teléfono a mi jefa y si quiere permanecer abierto que venga ella, a mí esto me está dando ya miedo.
La otra chica llegó con el vaso de agua para Fausta, y enseguida tomó el mandó de la situación.
- Mira, a mi no me parece bien eso de cerrar e irnos, de todas las maneras, nosotras para salir lo tenemos fácil la puerta de atrás da a otra calle y no creo que este tan atestada.
Las personas congregadas, ya apoyaban, prácticamente, la espalda en los cristales del escaparate, la sensación de opresión y encarcelamiento entró hasta la medula en la primera de las dependientas, pulsando el botón del cierre comenzó, lentamente, la persiana metálica a bajar sobre los cristales de la vidriera. Afuera, en la calle, las personas detenidas a escasos centímetros de la tienda, fueron alertadas por el ruido del metal al descender, poco podían alejarse de los cristales, y alguno fue rozado en sus ropas por la persiana al acoplarse en sus guías.
Las caras de la gente cercanas a la tienda se volvieron y atisbaron entre los cristales, ninguna dijo nada, pero todos los ojos derrochaban reproche, las dos dependientas y Fausta nunca se sintieron tan poco solidarias.
Sin hablar apagaron las luces y quedaron quietas, como escondiéndose, al fin Fausta ya recobrada de sus agobios desdramatizo la situación.
- ¡Venga coño! Ya que no me llevo los zapatos, ¡vamos por la puerta falsa esa!, no nos vayamos a quedar encerradas, llama si es que vas a llamar a tu jefa, pero joder ¡vámonos ya!
Las dos chicas reaccionaron y cruzando el almacén abandonaron la tienda, justo al salir a la calle se dieron cuenta que la cantidad de gente que bajaba en dirección a la plaza ya no llegaba a entrar en sus limites, quedándose parada allí donde el muro humano la obligaba a detenerse.
Fausta comenzó a caminar en dirección opuesta y rápidamente se la unió la dependienta mas cabal, que estaba hablando por el móvil supuestamente con la dueña de la tienda, sin embargo, la otra chica, alegremente las espetó.
- Yo no me lo pierdo, voy a ver que pasa ¡nos vemos!
Dicho y hecho se adentró en las fauces del gentío perdiéndose en la amalgama del personal.
Las dos mujeres se separaron en una esquina, continuando Fausta en busca de un bar o una cabina para llamar a casa y cambiar el lugar donde debían de recogerla, ya que los aledaños de la plaza estaban siendo cortados por la policía.
Encontró un teléfono en un barucho cerca de la carretera de las Salinas, y desde allí se puso en contacto con Omar para que fuera en su encuentro.





Los cuatro o cinco clientes del bar hablaban acaloradamente con el camarero, Fausta sentada en una mesa, en un rincón del establecimiento, apuraba un café con leche a la vez que prestaba atención a las vehementes opiniones de los parroquianos.
- ¡Esto se veía venir!- uno de ellos trataba de acaparar la atención sobre sus palabras.- Hay demasiado extranjero ¡demasiados negros! ¡Demasiados chinos!
- ¡Por no decir moros y sudacas!- le apoyó otro de los presentes.
- Si es que vienen a lo que vienen, habrá alguno bueno no digo yo que no, pero la mayoría ¡Cuando! ¿Cuándo se ha visto tanta gentuza en España?
A Fausta se la terció la sangre con la última pregunta y no pudo contener su aflautada voz.
- Gentuza señor, la hay en todas partes, me gustaría ver que es lo que usted haría en su misma situación ¿Sabía señor que muchos de ellos mueren en el intento de llegar a nuestras costas? Ni lo sabe ni le preocupa ¿Se ha preguntado alguna vez que necesidad tan grande les tiene que empujar para separarse de sus seres queridos y venir a convivir con gente como usted?- levantándose de su silla abrió el bolso para coger un euro que puso sobre la barra, al salir del bar, dándose la vuelta les arrojó todavía, su despedida.- ¡Gentuza! ¿Quién será más?
Se quedó fuera del local pero apoyada en la fachada, por lo menos, desde allí se escuchaba peor los rebuznos.
El interior del bar quedó mudo, entre la sorpresa causada por la reprimenda encajada y el abandono de la tasca de su enemigo, quedaron todos lelos y sin saber que decir hasta que el camarero cortó el silencio con otro exabrupto más.
- Pero mira que sois bocas ¡eh! En fin ¡qué la folle un pez!
El coche que conducía Omar paró justo delante de los pies de Fausta y solo por la forma que tuvo de cerrar la puerta, el Moro se dio cuenta que no era uno de sus mejores días.
- ¡Panda de tunantes! Omar ¿sabes que coño es lo que pusieron en la tele? Parece que todo el mundo se ha vuelto loco ¡no sabes como está la plaza de Medina! ¡Ni en San Antolín!
- Despacio, Madre, vamos por partes que no te entiendo nada. ¡Ah! No me des las gracias, no. Yo estoy precisamente para esto, a Fausta la da por venir a Medina, no pasa nada, Omar no tiene otra cosa que hacer que irla a buscar cuando ella diga.
- ¡Joder Moro! ¡Lo siento! Pero, tengo un día que ya... ya
- Haber ¿qué es eso de tunantes? Y de la televisión no me preguntes que ya sabes que soy abstemio ¿en cuanto al gentío? Pareces nueva coño, ¿no lo ves? Eso es el inicio de la Obra.
- Tunantes son una panda “hijos deputa” imitadores de Sócrates que estaban en el bar hablando de lo que no saben e intentando sentar cátedra, no tiene importancia, pero, ¿lo de la plaza de Medina? ¿Lo ha provocado el Mulá?...
Fausta quedo en silencio intentando poner en orden lo visto, lo interpretado y lo asimilado después de un rato, solamente, murmuró:
- ¡Ojala sepa lo que hace! Si no... ¡Dios nos coja “confesaos”!
fragmento XIX
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