jueves, 19 de abril de 2012

RELATOS DEL VIENTO

 ASESINADO
UN SEGUNDO DESPUÉS…
La claraboya del tejado absorbía los postreros rayos de un sol casi ausente. Filtrado por el sucio cristal, el haz de luz se proyectaba contra el suelo entarimado de la vieja fábrica de muebles. Algún ratón espantado por el velado estampido, animó al polvo de serrín a escalar la última claridad, proporcionando a un fantasmagórico espectador, la sensación de vuelo controlado en las minúsculas virutas de madera; entrando y saliendo, bajando y subiendo por el cada vez más tenue canal de luz natural.
El ente traspasa la irradiación y parece tomar vida.
Un rítmico sonido delata la caída consecutiva de gotas de agua y guía, de forma inexorable, los pasos del observador.
Camina y según pasa, apoya sus inexistentes dedos en las máquinas y materiales que jalonan la nave. Una fina película de polvo resbaloso napa todos los enseres, marchita su brío para convertirse en la prueba manifiesta de la falta de trabajo.
La penumbra es cada vez más densa, pronto la oscuridad será total.
Con inaudibles pisadas seguro de su destino evita tropezar porque no puede, sigue el son del agua pero retarda su camino. Sabe que al final se encuentra el dolor, y aunque llegará, demora lo más posible.
Antes observa, desde las cuencas de sus ojos vacíos, los retazos impresos en el aire de su vida anterior. Captura su propio aroma para envolverse con el durante la eternidad. Registra y, como si fuera el mayor de los tesoros, guarda las voces de los suyos porqué serán, en adelante, su única compañía.
¡Qué cerca se escucha el goteo!
Una puerta es abierta con violencia. La luz de una bombilla amarillenta ilumina el rictus desencajado en la cara de su asesino. Es joven, más o menos de su edad. Le conoce de otras veces, antes le pasaba farlopa, ahora… caballo. Como casi todos… al final, acaban pinchándose el jaco.
El asesino con la mano libre de la pistola, cierra de un portazo. Nervioso mira a los lados y sale corriendo. Atraviesa la esencia del espíritu sintiendo un frío que le llena de pánico y le arranca un alarido mientras huye.
El ánima está frente a la puerta cerrada.
Una luz mortecina escapa por los contornos enmarcando la entrada.
¿Escucha…? Tal vez lamentos, quizás reproches. Voces infrahumanas flotan en el aire. Aquí los clientes están muertos o están en ello. A él, al dependiente, se lo han adelantado. Su grito antiguo, de hace apenas dos segundos, ensordece.
Como el tocadiscos de antaño repite y repite el mismo fragmento de un elepé rayado:
¡Dispara ya, yonqui de mierda!
El fantasma pasa a través de la madera de la puerta y se encuentra, de bruces, con él mismo. Su cuerpo inmóvil lo espera con una bala metida en la cabeza.
El agujero negro que el espectro tiene a modo de boca refrenda:
¡Yonqui de mierda!
Huele a pólvora… huele a quemado…
Las gotas de agua siguen repicando; la cisterna no cierra bien.
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fecarsanto 2012
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