jueves, 24 de febrero de 2011

los nudos del hambre

EL ILUMINADO
 FRAGMENTO XVI

- Bien Stanley.-el Mulá hablaba conciliador pero autoritario.- vamos a ir descubriendo cartas, poco a poco, los aquí presentes mas Ismail, somos los precursores de la Obra, yo soy el cerebro, Fausta es el corazón, Omar mi brazo derecho y tu Morten, mi brazo izquierdo. Sé que pensabas en la cadena como tu plan de jubilación... pero después de la llegada de la Obra no existe para nadie de los que estamos aquí el asueto. Ya no necesitamos controlar a tu banda de dirigentes personalmente, simplemente una llamada de teléfono y actuarán como les ordenemos, ya tenemos el poder, tenemos el poder de la información, el poder de las audiencias, el poder de las miserias y por que no... La mojigatería y la hipocresía de los gobiernos occidentales.
- ¡No creo que...!. -comenzó de nuevo Stanley, preso de furor incluso el acento de su voz marcadamente extranjero parecía haber desaparecido.
- ¡Basta!- zanjó el Mulá.- La reunión ha terminado. Seréis avisados cuando llegue el momento. Stanley, quédate. Tengo que hablarte.
El nórdico estaba rojo de ira, recorrió y acuchilló con la mirada a todos y cada uno de los allí presentes volviendo a fijarla únicamente en Abul.
Fueron abandonando la gloria, todos, despacio, sumamente despacio, por que todos ellos hubieran asesinado por escuchar la conversación que allí iba a celebrarse.
Omar, el Moro, más remolón que cualquiera, se había situado estratégicamente a la espalda de Stanley.
La voz, ya recuperado su tono normal, del Mulá, escoltó a los que salían.
      -      Esto va a ser duro, volved a  vuestros aposentos y descansad. Hablaré en su momento con cada uno de vosotros, no tengáis dudas, todos nosotros somos los actores principales de la Obra, confiad en mí como hasta ahora.
Depositó su mirada en la esquina ocupada por Omar, con voz muy suave y melosa le ordenó, de tal forma que en vez de una crítica mas parecía una caricia.
- Omar... Omar, por favor he dicho que quiero estar a solas con Stanley. Omar... por favor.
El Moro salió del salón dejando clavadas sus retinas en el acompañante de su dios, éste casi, sintió los arañazos que Omar le lanzó con la mirada cuando traspasó la puerta, aun así, antes de cerrarla, advirtió.
- Mulá, estoy aquí mismo, sí... bueno, lo mas mínimo... ¡Estoy aquí mismo!
- Tranquilo, se que tu estarás siempre ahí.- concilió el Mulá.- cierra y descansa Omar ¡No hay nada que temer!
La puerta se cerró tras el Moro, quedaron dos hombres frente por frente, uno sabía lo que quería, el otro estaba confundido, descolocado y enfadado... ¡que enfadado! ¡Cabreado!.
Morten... o Stanley... que más daba.
Inmediatamente fue  en busca del Mulá quien lo esperó sin retroceder un solo centímetro, antes de que pudiera articular palabra, Abul con un movimiento rápido de su brazo derecho estrelló el dorso de su palma contra la cara del insolente y levantando solo un poco su tono de voz, marcó seguidamente la pauta a seguir.


- ¡Escucha, imbécil! ¡Te queda alguna duda de quien manda aquí!- recobrando su mesura pero sin perder un ápice de jerarquía el Mulá prosiguió.- Acomódate en ese sillón de nuevo y escúchame, solamente yo decido aquí, desde el principio, tú eres parte de la Obra y lo quieras o no, va ha seguir siendo así.
El revés recibido había tenido efecto sedativo, no por el dolor proporcionado sino por la sorpresa con que se encontró el abofeteado, parado en seco en su protesta y devuelto a la situación real de golpe.
Retrocedió hacia el sofá, mirando a la puerta en espera de que Omar la abriera y se abalanzara sobre él...
Abul, conciliador, pero seguro de si mismo.
- ¡Siéntate! Nadie va a entrar, nadie va a hacerte daño. Las cosas se hacen solo, ¡ojo! Solo cuando yo lo ordeno
- ¿Qué es esto Mulá? ¿Que trama?- una voz débil y sin convicción aflora de la garganta de Stanley.- Nada de lo que está pasando va sobre el plan previsto. ¿A que vienen estas vacaciones en familia en el campo?, ¿Que coño pintamos unos terroristas entre ovejas?
Mientras hablaba, buscaba en su cerebro las respuestas a sus propias preguntas y, no encontrándolas se sentía más a merced del Mulá. Este, mirando alternativamente sus propias manos, parecía no concederle a su interlocutor ninguna importancia, como si lo que aquel dijera le importara una mierda, como ya le había advertido, el único con derecho a pensar era él.
Sin más le espetó.
      -    ¡Alfred! Alfred Larsson!
La cara del hasta ahora conocido como Stanley o recientemente como Morten Olsen se quedó blanca como la túnica de un fantasma, el Mulá prosiguió.
- Ese es tu nombre, el de verdad, ese es el nombre que tu madre Sonia Larsson te puso, pensabas que nadie lo sabía, yo, te lo vuelvo a repetir, lo sé todo, yo se de ti, incluso mas que tu, querido Alfred.
La explosión en cadena de las palabras lanzadas, escupidas de la boca del Mulá Abul entraron en la cabeza de Alfred golpeando sus tímpanos como si fueran balas, martilleando sus sienes como si estuvieran a punto de reventarse por las imágenes que acudían a su mente, agolpándose alocadamente, sin orden ni concierto, pero hiriéndolo, todas y cada una de las instantáneas que venían, eran para lacerarle aun mas.
Ahora el timbre de la voz del Mulá penetraba en su cuerpo como si fuera un alfiler, entraba pinchando muy finamente, notando como cada incisión le abría un poco más sus carnes y como si fuera sangre, por cada orificio se derramaban sus defensas hasta quedarse como un muñeco en manos de su opositor, Abul le relató escuetamente quien era.
- ¿Piensas que la casualidad o la diosa fortuna te puso en mi camino? Tal vez creas ¿qué son tus meritos de sicario lo que me hizo fijarme en ti? ¡Que absurdo eres!
 El Mulá se encontraba hablándole prácticamente a un palmo de su cara, él hubiera querido responderle, decirle muchas, muchísimas cosas pero no podía, el recuerdo del internado lo estaba hundiendo y aquel hombre se ensañaba mas y más con él.
- Alfred Larsson, el apellido de tu santa madre, simplemente por que no tenias padre ¡mejor! No lo conocías. Yo si, era mi abuelo, si amigo si, mi abuelo fue quien se tiró a tu madre haciéndola una barriga y no queriendo saber mas, ni de ella, ni de ti. ¡Claro! No sé quien fue más cabrón, si mi abuelo o tu madre, porque a ella la faltó tiempo para ingresarte en un internado y pasar de ti como de la mierda, al fin y al cabo el internado lo pagaba Don Santiago, por si te importa, así se llamaba tu padre.
El cuerpo del espía tiritaba literalmente, la rabia rezumaba por sus poros y lo que parecía sudor eran gotas de concentrado de ira, ordenaba incesantemente a su cabeza:
”Aun no, aun no es el momento” mas su corazón lo espoleaba a cometer algo de lo que después se arrepentiría, además, el Mulá Abul no dejaba de fustigarlo y con eso no le ayudaba nada a contenerse, tapó con sus manos los oídos mientras las palabras, como dardos envenenados, se clavaban en su alma.
- Te voy a dar mas datos, la virtuosa de tu mamá, murió de cirrosis, igual que tu, pensaba que el alcohol también curaba las heridas de la conciencia.
El Mulá se separó de Stanley, recobrando su mesura pero no dejando su cinismo, le dio las últimas instrucciones mientras abandonaba la gloria.
- Reclúyete en tu habitación, piensa un poco inteligentemente y te darás cuenta que te conviene “roerme el postre”. Al fin y al cabo no te va tan mal, tío Alfred. ¡Ay! perdona, dentro de la casa los móviles no funcionan y fuera he dado orden que cualquier persona que intente usarlos sea callado... ¿me entiendes?, Verdad.
Esperando se encontraba Omar, a quien el Mulá le indico.
- Stanley y Gamal tomaran la cena y el desayuno en sus habitaciones a la hora que Fausta disponga, no saldrán fuera de la casa y les avisaré mañana en la comida de sus ocupaciones.
Dicho esto, Abul desapareció camino de sus dependencias, Omar esperó la salida de Stanley, lo vio alejarse y lo siguió hasta que cerró la puerta de su cuarto.
El espía caminaba cansadamente, arrastraba sonoramente los pies y, en su mano portaba un vaso y una botella de whisky.
La casona quedó callada, todo parecía esperar, no era casi de noche y prácticamente todos sus ocupantes estaban recluidos en sus dormitorios, por la mañana, Fausta enviaría los desayunos a cada cuarto, ya no habría mas encuentros, hasta la hora de comer, todos deberían reflexionar.
Toda la casa esperaba, toda... excepto León
fragmento XVI
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