jueves, 7 de abril de 2011

los nudos del hambre

HERMANOS DE HAMBRE
Fragmento XXII

León empujado por Samuel recorría el pinar que ocultaba las dependencias posteriores de la casona, el aire helado marcaba las partes descubiertas de ropa de los dos jóvenes, gracias a los tenues rayos de sol aún no había comenzado a escarchar, pero se antojaba una helada fuerte, de esas que pintan los árboles albinos y dibujan en cristal sus contornos, escenario de postal para deleitarse a través de la ventana, cubiertas las piernas con las faldillas de una mesa camilla que sirva de soporte al brasero y jugando a la brisca. En el Campo, Fausta, lo repetía una y mil veces: “Con un brasero y una baraja, el paraíso está en el invierno de Castilla”
- ¿Qué recuerdos tienes de Dimas?
Ya llevaban mas de quince minutos avanzando por el camino parcelario que cruzaba los pinares y las tierras de labor hasta la carretera de Salamanca, cuando León le preguntó a su amigo, este frunciendo el ceño y deteniendo su andar, miró al cielo como si la respuesta estuviera allí escrita.
- No sé, algunos días parece como si fuera ayer cuando dejé de verle, otros, sobre todo, cuando trato de visualizar su rostro, creo que su persona es mas fruto de mis desvaríos infantiles que de la realidad, me molesta no retratar sus rasgos cuando lo intento, es algo parecido a los sueños que pretendes recordar y no lo consigues, tu sabes la idea general del sueño que has tenido pero, es imposible acordarse de los detalles particulares, así, cada vez que intentas evocar el sueño ¡te pones de mala leche!
- He visto a tu hermano, ahora se llama Gamal.
La morena y curtida tez de Samuel palideció, sus ojos se dilataron hasta causarle daño, a la vez que se le entreabrían los labios emitiendo un sonido sordo, un grito mudo procedente del estomago.
- Lo he visto en la televisión, parece ser que lo han convertido en un portavoz o algo parecido de la Obra.
León estaba mintiendo deliberadamente, esperaba la repercusión emocional de su amigo, las consecuencias físicas las daba por sentado, él pretendía medir la carga visceral producida, intentaba calibrar el grado de hermanamiento ¿cual pesaba más la sangre o el roce?
El aplomo del soldado experto en armas no tenía paridad en su respuesta  a las reacciones sensoriales. Se mantuvo quieto y atónito, quizás dentro de él se acumularan las cuestiones, mas en el exterior una mueca esculpida en su cara cernía la sospecha de estar frente a un tonto.
De nuevo el minusválido hizo uso de la palabra.
- ¿No dices nada?
Dejo que la pregunta se alzase hasta las más altas copas de los pinos para continuar.
- También vi. a Ismail.- no pudo esconder el poso de amargura que traslució su voz.- Es presentador ¡no te jode!
Por fin Samuel coordinó una pregunta, lo hizo a la defensiva, más por tapar sus emociones que por conocer su respuesta.
- ¿Sabes si van a ponerlos en contacto con nosotros?
- ¡Me da igual! Estoy seguro que pasan de nosotros como de la mierda, deberías haberlos visto.
 La rabia y la envidia no le dejaban separar lo que vio en su hermano o en Gamal con lo que imaginaba que deberían de ser sus vidas.
- Nosotros arrastrados como putas y ellos de señores por el mundo, y aún encima, dando lecciones.
Los ojos de León rebosaban lagrimas que él tapaba, maldiciéndose si acaso llegara a asomar alguna, Samuel se arrodilló junto a él y calcando la frustración de su hermano ¡de éste! ¡Del de verdad! Le cogió las manos.


fragmento XXI

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