jueves, 5 de mayo de 2011

los nudos del hambre

CAMINO DEL GÓLGOTA
 FRAGMENTO XXVI

El moderno coche todo terreno negro devoraba kilómetros, tragándose la densa niebla, atravesando las nubes postradas en la carretera, cortando la fría noche con su luz amarillenta...
Aquel vehículo se aproximaba a la capital de España.
Los dos hombres del interior hablaban de banalidades, mataban los nervios y el estrés que les producía este viaje, era difícil saberte gladiador y no conocer el terreno de la lucha.
Ninguno comentó nada de la breve reunión con el Mulá en el garaje, toda la conversación que mantuvieron rondaba el tiempo y los fenómenos atmosféricos, no tenía importancia alguna quien era el que preguntaba, o  quien fuera el que contestaba.
- ¡Vaya tiempecito!
- ¿Crees que levantará la niebla?
- Cuando crucemos el túnel, tal vez
-  ¡Hace frío de cojones!
Frases creadas para entretener el intelecto de cada uno y no dejarles pensar en su cometido, ¡eso era imposible!, Bajo la careta despreocupada de cada uno, conocían bien su posición y si en estos momentos, en lugar de personas fueran partes de una pistola, uno seria cañón y el otro percutor.
La tensión entre ellos dos, aparte de la creada por la misión que llevaban, se acentuó al poco de salir de Medina, Gamal preguntó.
- ¿Puedes decirme algo de Samuel?
El Moro miró de soslayo, comprendiendo que el Mulá por la razón que fuera, ocultó la presencia del hermano en la casa, girando un poco su cabeza se limitó a responder.
- Está bien, mejor no preguntes, todo a su momento.
Gamal, acostumbrado a las razones evasivas, advirtió que no era ocasión para esa pregunta y sumergió sus desvelos para otra oportunidad.
Las luces consecutivas que iluminaban el interior del túnel, rompieron la monotonía de la noche ¡ya! madrileña. 
- A la derecha, algo mas adelante, aparecerá el indicador de salida dirección las Rozas.
El comentario de Omar fue más para sí mismo.
Los pensamientos de Gamal encontraron un nuevo entretenimiento, con el dorso de la mano limpió una zona del cristal del vaho, y encaminó sus ojos y su cerebro a la absurda tarea de encontrar el cartel azul veinte o treinta kilómetros antes de que apareciese.
La niebla, en este lado de la sierra madrileña, había desaparecido, las luces de las urbanizaciones adornaban la noche, los finos regueros de humo gris que se adivinaban, de vez en cuando, en alguna de las casas adosadas a la carretera, también servían para distraer al intelecto.
- ¿Estarán de barbacoa?
- ¡Cómo tiran las calefacciones!
Daba igual quien hablara... ¿para lo que hay que decir?... ¿para lo que hay que oír?




LAS ROZAS
PRÓXIMA SALIDA


 El indicador azul  señalaba su destino.
Una melodía hortera llenó la atmósfera del coche.
 El hombre del turbante talibán, buscó el teléfono nuevo en el interior de su chaqueta...
fragmento XXVI

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