jueves, 3 de mayo de 2012

RELATOS DEL VIENTO

¡OLÉ!
MIEDOS
El final de los acordes del clarín proclama el principio de la gesta. Un murmullo nervioso recorre la espina dorsal de las gradas.
Bajo ellas, en las tripas del coso taurino, un morlaco negro zaino de más de seiscientos kilos, se mueve, agitado, en el pasillo oscuro donde lo han conducido.
Suda de miedo creando en su pelo una fina y brillante pátina. Mientra, sus sentidos tratan de olvidar las luminosas y verdes dehesas de donde viene, y acostumbrarse a la negrura, al olor a cerrado. Solo escucha, sobre su poderosa cabeza, el murmullo de mil voces, semejando para él, un ronroneo peligroso de algún monstruo gigantesco.
El temblor de sus belfos cargados de espuma, soltando fumarolas de vaho, enseñan el terror que lo invade, el pánico a no saber donde está y por dónde escapar. Al fondo del lóbrego túnel, al final… de pronto, ¡una luz!
El maestro camina recto, tieso, “sin rodillas”. Esconde su miedo tras una pose forzada y chulesca.
Se planta en los medios, frente al toril. Cae de rodillas; acuna el capote en las frías y húmedas manos, a modo de escudo, por delante de su pecho. Clava los ojos en el vano negro que presenta la puerta del chiquero. Sus labios palpitantes musitan un rezo y la encomienda a su Altísimo. Está en juego: poder, orgullo y dinero. Está en liza su vida.
Un silencio sepulcral revela de la salida del toro de lidia.
El animal deslumbrado corre por su libertad, ciego de luz embiste a su pánico, buscando en su carrera un escape, una huida. De pronto… un capote es agitado frente a él,  se asusta y con los cuernos trata de apartarlo. Ataca al reflejo, al movimiento que lo espanta.
Los ojos del toro parpadean esperando el contacto, los del torero se cierran temiendo el topetazo. Se cruzan las astas con el trapo. Surte efecto el engaño. El toro bravo pasa, y el matador ufano e ileso se incorpora mirando al infinito. Una nube de polvo media entre el hombre y el bóvido.
Miles de gargantas, antes mudas de respeto, prorrumpen ahora en un grito de admiración; que llena de orgullo al diestro,  y que ataca de confusión al toro.
¡Oooolé!

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fecarsanto 2012
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