jueves, 1 de diciembre de 2011

RELATOS DEL VIENTO

      HUMANA 
CONTRADICCIÓN

     Navidad fría

El abuelo, con un gesto brusco, alzó sus delgadas piernas retirando las sábanas, mantas y edredón que le protegían del frío. Abandonó la cama con prisa. Sobre el pijama se acomodó el gabán, caminó con premura en busca del retrete, que como todas las mañanas, le aguardaba helado. Levantó la tapa del inodoro y, una nube de vaho recibió la caliente meada contenida durante la noche.
Ya en la cocina, puso al fuego el cazo de la leche para el desayuno, entre tanto, fijó su vista en su vivienda. Paredes escasas de pintura, muebles que conocieron tiempos mejores…
─¡Coño, la leche! ─con gran destreza separó el recipiente que apenas contuvo el golpe del líquido al romper a cocer.─ Me descuido y la preparo.
En una bandeja metálica, situó un tazón de porcelana colmado de leche con café soluble y unas galletas. Se dirigió a la salita.
Cincuenta años contemplaban la casa. Treinta desde la muerte de su mujer, y veinticinco de la marcha del último de sus tres hijos; ya se sabe: el casado, casa quiere.
Las vicisitudes de la vida, los trabajos, las distancias, y ¿por qué no? El carácter independiente de él mismo; hicieron de la casa familiar; su castillo de recuerdos, su refugio solitario, su atalaya de consuelo.
Nunca se sintió solo. Paraba poco en casa. Todos los días alternaba con conocidos y no sentaba el culo más que para comer y dormir. Pero los años no perdonan, van apilándose. En verano cumplió ochenta y seis, aunque él no se encontraba mal, los achaques le metían el miedo en el cuerpo, y a ratos, deseaba compañía. Ahora, no como antes, las visitas esporádicas de hijos y nietos, no constituían un castigo a recibir. Ahora las buscaba. Le gustaba que de vez en cuando, le atendieran, le mimaran, incluso, que alguna vez, le regañaran, pero, eso sí, curada la nostalgia; cada uno a su casa, que el buey solo, bien se lame. ¡Que contradictorio!
La mañana del veinticuatro de diciembre saludaba como siempre: fría. En la habitación de la televisión, donde el hombre hacía vida diaria, un pequeño calefactor unía su fuerza con el brasero eléctrico, este, se escondía bajo la camilla, tras las faldillas oscuras que decoraban la mesa. Entre ambos mantenían una temperatura apacible en la estancia. Estos aparatos serían sus armas para combatir el duro invierno. Con ellas, conseguiría caldear la casa, bueno, parte de ella. El resto de las dependencias se convertían durante la larga estación, en trozos de calle sotechados.
Hoy, como un exceso ─habitual todos los años por estas fechas─ prendió una gran estufa de gas y abrió las puertas de todas las habitaciones para templarlas. Hoy la casa recibía. Hoy, como todas las navidades, esperaba visita. Los tres hijos con sus consortes, y diez nietos, alguno de ellos, es posible, que traiga a su novieta.
Esta noche, la casa, recuperará la magia de la vida. Risas, lloros; discusiones, complicidades; besos, polémicas… Chistes sobre el frío que invade el baño, risas sobre las espontáneas resurrecciones de bombillas flojas que, de pronto, vuelven a brillar.
Un corto tiempo donde “el agüelo” compondrá su pose más cascarrabias con los nietos y su cara más vulnerable con los hijos. Un corto tiempo, en el que se sentirá inmensamente feliz.
Así pasa la nochebuena, así transcurre la comida de navidad.
Después del café; maletas, apremios, besos y saludos. Cada uno de los moradores ocasionales de la casa, preparará sus trastos para la vuelta a sus respectivos hogares.
El hombre, ya solo, apaga la gran estufa de butano, se asoma al cristal empañado de la ventana de la salita. En la calle, un manto blanco y brillante denota la baja temperatura a la vez,  decora los tejados de sus vecinos. La calzada y aceras húmedas, reflejan la tenue luz de las farolas. Un pensamiento llena la mente del hombre:
“Bueno, cada mochuelo a su olivo”
Se colocó el abrigo y con paso menudo se encaminó al wáter. En voz alta, como si la casa pudiera oírle, informó:
─Tanta paz lleven, como descanso dejan

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domingo, 27 de noviembre de 2011

¿Y yo que se ?: RELATOS DEL VIENTO

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