jueves, 18 de agosto de 2011

¿Y yo que se ?: los nudos del hambre

¿Y yo que se ?: los nudos del hambre: EL OASIS DE LOS HUÉRFANOS fragmento I Decenas de moscas campan por su cara, quizá piensen que están ante otro festín, ante otro banquete, ...

los nudos del hambre

EL CEBO
 FRAGMENTO XLI

En la oficina de Inteligencia, el alud de la noticia de Gamal había enterrado cualquier hilo conductor de la trama, visionando una y otra vez el programa, retrocediendo y avanzando, buscaban algún tipo de pista con la que pudieran retomar la investigación.
- Quiero que interroguen a todo aquel que haya estado en el plató o tenga relación con la entrevista. El moro con turbante y barba, es muy posible que sea postiza, le quiero aquí, es el único que después de la detención desaparece.
Dicho esto, el jefe de la Inteligencia española, rebobina para, por enésima vez, visionar la entrevista.
- ¡Alaguero! Piense ¡algo tuvo que notar! Repase todos los instantes ¡alguien debió hacer algo!
- Señor... hemos repetido la historia mil veces, no encuentro...
- ¡Que ostias va ha encontrar!- cortó de nuevo el jefe, ya a voz en cuello.- ¡Lo único que teníamos lo ha perdido!
Dentro del bolsillo de la camisa de la gafuda secretaria una pequeña vibración aviso de una llamada entrante.
- Disculpen.- Musitó, mientras abandonaba la estancia. Momento que aprovecho el tal Alaguero para salir con un cariz molesto.
 Descolgó e inmediatamente reconoció la voz de su verdadero superior,
-  Último escalón, solo pon el cebo y tu trabajo ha terminado. Gracias.
La mujer diligente se dirigió a su escritorio, abrió el portátil y condujo el ratón con manos diestras a través de la multitud de iconos informativos, sabía lo que buscaba, por ello no tardó excesivo tiempo en localizarlo, expuso la ventana deseada y presionó para imprimir.
Cuando la eficiente secretaria, de nuevo, entró en la sala de juntas, solo se encontraba su atribulado jefe, acercándose, le extendió el documento recién editado, una foto de bastantes años atrás y un nombre encabezaba la información.
La fotografía mostraba al “Moro” bastante mas joven y sin barba, un párrafo escueto generalizaba su posible delito.

OMAR HAMED SAID
_ Probable agresión, en defensa propia, con resultados de lesiones graves sobre dos ciudadanos españoles en Tánger.

El informe continuaba relatando los pocos pormenores del caso conocidos para finalizar con un escueto:
_PARADERO DESCONOCIDO
Otro documento anexo, comparaba mediante parámetros estándar la fotografía antigua de Omar con la actual, obtenida de la televisión, el dictamen del ordenador era categórico:

_POSIBILIDAD COMPARATIVA DE FACCIONES =  97%_

El hombre apretó los dientes, tenía su clavo ardiendo.
- Ponga la foto en circulación.- con aire cansado mascullo.- ¡Toquemos madera!
La secretaria preparó escrupulosamente la foto del Moro, la enviaría a la agencia de prensa habitual y esta se encargaría de repartirla entre prensa escrita y televisión, también colocaría la imagen en manos de la policía y la guardia civil, algo lógico pero, frecuentemente, ineficaz; sin embargo, una vez la imagen apareciera en periódicos y televisores, las centralitas de estos cuerpos se colapsarían con avisos, la mayor parte de ellos falsos o erróneos, situando al tal Omar Hamed Said en cualquier parte del mundo y encima, con el don del tele transporte ipso facto, al asegurar varias personas haber reconocido al sujeto en varios lugares del mundo al mismo tiempo.
“Eso a ella no la importaba, la movida, siendo la hora que era, comenzaría mañana y el desenlace no era de su incumbencia”
Se había quedado floja, desde que el señor Dávila la contrató siendo aun joven, había esperado este momento. El antiguo jefe de la inteligencia española la moldeó a su manera y poco a poco, la hizo partícipe de sus gustos, sus deseos, sus afanes... un día la llevó a una asamblea ¡nada que ver con rollos políticos!
“Una reunión de amigos, en la cual se charlaba, se comía, se bebía algún refresco y, sobre todo, se exponían maneras de mejorar el mundo, formas para hermanarnos todos, donde no cupiera la maldad, la sin razón o los excesos de unos para con otros. Al estrado podía subir cualquiera, una vez allí, comentabas tu idea y ¡nadie se burlaba! Todos los presentes tenían en consideración lo que tú aportabas y te felicitaban por tu esfuerzo, en mejorar la comunicación de la raza humana.
Después de varias reuniones le preguntó a su jefe y amigo la forma de integrarse mas en ese grupo, la respuesta fue amable, solícita:
- Somos una ONG en busca de la igualdad de todas las personas,  pensamos que un gran paso para ello sería la abolición de las fronteras que separan los países, señalando cuales son los ricos y donde están los pobres.
Aquel mismo día me apunté y doné una pequeña parte de mi salario.
Continuamos frecuentando nuestros debates, eso sí, lo llevábamos en secreto, lo cual lo hacía más interesante, ¡el jefe de inteligencia y su secretaria contra las fronteras!”
El día que Jacobo Dávila fue jubilado la encomendó una misión.
- Todo el material referente a Larsson Alfred y sus informes mantenlo a buen recaudo hasta que alguien de la ONG te diga lo que hacer ¡Es importante!
“ Lo hizo, pasaron años, regularmente los atestados de Larsson iban a parar a su portátil y no salieron de allí hasta que lo decidió Masud, ella entendía que Dávila se hubiese escondido todos estos años tras el apelativo de Masud, e intentando solapar su voz bajo un exagerado acento árabe, pero, desde la primera comunicación a esta, la ultima, siempre supo quien estaba al otro lado del teléfono, fueron escasas las oportunidades de oírle, pero soñaba cuando finalizaba una hasta recibir la siguiente, ahora, con todo concluido, sin su secreto parecía vacía.”
Abandonó la oficina cabizbaja, ni tan siquiera comentó que bajaba a tomar un café a la maquina de la primera planta, por cambiar de aires.
¿Quién la iba a echar de menos?
Dobló la esquina del pasillo buscando el ascensor... un golpe seco sacudió sus sienes, todo se hizo negro, todo quedó en calma, todo quedó en secreto...
Una mano encorsetada dentro de un guante revolvió en sus prendas hasta dar con su teléfono, lo cogió, sin una triste mirada de lástima desapareció en el ascensor.
 fragmento XLI
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