jueves, 10 de febrero de 2011

los nudos del hambre

VILLA  JOSEFA
FRAGMENTO XIV
Franquearon el portón de madera de la casa entrando en un gran recibidor austero y sobrio, en la izquierda una puerta pequeña y disimulada conectaba con las dependencias mas humildes del caserón, en el centro, un enorme espejo horizontal con marco de bronce parecía sujetar las testas disecadas de varios animales y en la parte baja de la gran luna, un atestado y descolocado cacharrerío antiguo castellano buscaba en el caos la armonía, por fin, en la parte derecha, tras unas ostentosas cortinas granates de terciopelo, partía un corto pasillo con paredes forradas de madera oscura que desembocaba en una puerta, abierta en estos momentos, mostraba, recortándose contra la luz la silueta conocida de Abul, el Mulá.
Este se giró lentamente y saludo a los recién llegados, mostrándose encantado de que su desplazamiento no hubiera tenido ningún contratiempo.
Los ojos de Gamal, antes Dimas, se clavaron en la inmensa mujer  situada detrás del Mulá, más vieja, mas arrugada la piel de su cara, pero los mismos ojos dulces de antaño.
Las lágrimas asomaron y turbaron su visión, algo que Gamal tenía olvidado que existía, su sabor salado llego a la comisura de su boca, resbalando por su cara, a cámara lenta.
Fausta no mostró ninguna emoción, cualquiera que presenciara la escena hubiera pensado que solamente el Mulá conocía a todas y cada una de las personas allí reunidas.
La frialdad aparente con que le recibió uno de los escasos gratos recuerdos que tenía de su corta niñez, le devolvió a su autentica realidad ahora, estaba allí, rodeado de imágenes antiguas y cariñosas que él en su subconsciente había creado, buscando una familia en sus propios recuerdos a quien aferrarse, unas personas que le apreciaran y le recordaran, Gamal por fin bajó de su nube, para esas personas, él no tenía pasado, lo único que ahora les importaba era el presente, y quizás, solo quizás después, el futuro.
Después de los pertinentes saludos, Omar, sigilosamente se dirigió al corral.
- ¡Samuel!
 En voz baja, pero suficientemente firme, reclamó la presencia del joven jefe de la tropa de seguridad. Estaba convencido de que todo estaba bajo control pero, nunca estaba de más cerciorarse, aunque unos meses antes habían repasado todos los pormenores de la hacienda. La casa, los patios, las huertas. El camino de tierra entre pinares que daba desde la parte de atrás hasta una carretera comarcal, podía servir de vía alternativa en un momento dado, incluso una nave y una caseta de pozo de riego, situadas en ese posible trayecto...
- Estoy aquí-. Respondió como surgido de las sombras y con tal celeridad que incluso sobresaltó al Moro.
- Haber este... Samuel, no quiero ningún incidente, hoy, y hasta que nos marchemos, nadie, absolutamente nadie, va ha franquear la puerta de esta casa, pero ¡ojo! Aquí no pasa nada extraño. Los proveedores no van a notar nada, los sirvientes menos y... si hay algún listo... peor para él... aunque claro, sin que se note nada de nada.
- No hay ningún motivo para la duda, los hombres pasan por simples temporeros o criados, Fátima ha venido ya muchas veces, y yo,  el capataz de confianza que se ha traído esta vez la Señora Fausta, todos los años desde hace un montón Fausta viene por aquí, realiza unos cambios, tanto de personal, como de mobiliario, nunca nadie que no haya sido invitado por ella a traspasado la puerta de la casa.
- ¡Buena guardia!- gruñó Omar, y se introdujo de nuevo en la casona.
“Era bueno, muy bueno este Samuel en su trabajo, pero había algo en él... no sabía que... si, claro que lo sabía, lo único que apartaría a Samuel de su trabajo e incluso de su vida era una orden, un deseo, un capricho de su dios... León.
Y ¿ahora? ... Dimas, su hermano, estaba en la casa...”
Todos los ocupantes de la casa fueron acomodándose en sus respectivas habitaciones, nadie tuvo contacto con nadie, allí durmieron, desayunaron e incluso comieron.
Se esperaba una orden y la orden se hizo esperar.
La hacienda estaba compuesta por unas noventa o cien hectáreas de pinares que rodeaban una enorme casa de labranza, para acceder a ella había que cruzar un corral de unos cien metros de largo por sesenta de ancho, uno de los lados del gran patio dejaba ver unas inmensas naves de adobe con paredes de poco mas de un metro de alto, acompañaban unas largas hileras de columnas mucho más modernas, donde descansaban las grandes uralitas que formaban el tejado, se utilizaban para dar cobijo al ganado lanar.
Ovejas, corderos y lechazos que se suponían eran el sustento económico de Villa Josefa pernoctaban allí, en estas cijas no existían puertas, ya que por un lado daban al patio y por el otro, se abrían a un  corral aun mas grande cerrado por tapias de mas de dos metros de altura y un portón para la entrada y salida al exterior de todo lo relacionado con el ganado, en el interior solamente utilizaban teleras para abrir o cerrar las distintas partes de la edificación.
En el lado opuesto, a la izquierda de la casa, unos antiguo graneros, reformados totalmente, servían para guardar el pienso, la paja, los aperos de labranza, e incluso tenia partes acondicionadas como garajes, donde guardaban desde tractores hasta los coches de los visitantes, al igual que los establos, las cocheras tenían salida contraria al corral, dando a un patio cerrado por muros y con su trasera dispuesta a los campos de labranza.
Nadie de la gran cantidad de personal que visitaba la hacienda todos los días, tenía la más mínima opción de acercarse a la casa si no era invitado a ello.
Desde carniceros en busca de lechazos, hasta grandes camiones de recogida de remolacha, pasando por temporeros, albañiles, proveedores de piensos, pastores... nadie tenía necesidad de entrar al corral central y mucho menos a la casa.
No era de extrañar, por tanto, la ida y venida de gente propia y forastera
La casa sobria y antigua por fuera, el único elemento discordante era una antena parabólica, guardaba en su interior todo tipo de mejoras y comodidades.
El amplio “sobrao” estaba convertido en habitaciones para invitados, y la enorme gloria, en un salón de lujo fuera de cualquier mirada indiscreta, allí, precisamente allí, se encontraban ahora los protagonistas de la “Obra”...
Sobre las cuatro de la tarde, por telefonía interna, el propio Mulá se puso en contacto con cada uno, disponiendo una cita para ver alguna cosa, tomar un café e intercambiar impresiones.
Delante de un grandioso televisor de plasma, sentados en unos sillones de cuero, estaban dispuestos a ver lo que únicamente parecía saber el Mulá Abul.
Stanley, observaba minuciosamente el whisky con mucho hielo y en vaso ancho, como a él le gustaba.
 Fausta tomaba su café como si no pasara nada. Omar miraba al Mulá y bebía una coca cola que nunca armonizaba con su imagen y Gamal, que no le importaba lo que había en su vaso y se limitaba a tragarse su propia saliva.
En el centro, con aire superior el Mula Abul. 

Apuntó con el mando a distancia, y un anuncio de colonia llenó la ventana de las ondas, quitó la voz al aparato para no romper la tensión del momento y anuncio:
- Amigos el momento ha llegado, todo por lo que hemos luchado, hoy va ha tener su recompensa. Mi “Obra” por fin, va ha ser presentada en sociedad.
Subió el volumen del televisor.
En él, sobre un fondo amarillo anaranjado apareció el titulo del programa mas visto del momento:

SABER DE TI

Todos los presentes se quedaron fríos mientras la música de la conocida sintonía abría el programa de corazón más amarillo del momento. Ninguno de los allí presentes daba crédito a lo que sucedía, exceptuando Omar, todos los demás pensaron si ningún tipo de dudas que al Mulá se le había ido la olla.
Este, se limito a escudriñarlos con la mirada y con un severo gesto ordenarles atender.
La voz de la diva presentadora del momento sonó melosa:
- Buenas tardes amados espectadores, buenas tardes colaboradores. En el día de ayer ocurrieron unos hechos conocidos por todos ustedes, cuanto menos, difíciles de entender. Que todas y cada una de las capitales de las provincias españolas, tenga sus respectivos centros neurálgicos colapsados por una muchedumbre, quienes por otro lado no han cometido ningún acto vandálico, ni tan siquiera un mal insulto... a mí al menos me da que pensar... No tengo la más mínima duda que nuestros colaboradores tendrán algo que decir sobre este asunto de rabiosa actualidad. Además, afrontaremos como siempre el diario del  famoseo que les prometo que viene calentito...  En tres minutos volvemos...
El sonido del aparato volvió a quedar mudo.
fragmento XIV
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